Hace pocos días salió a la luz la noticia de que en un país donde las condiciones de una elección presidencial no están dadas ni a corto o mediano plazo un pastor de creencia evangélica se postularía para hacerle frente a una dictadura que no respeta ni creencias ni ideologías y solo piensan en atropellar a cualquier persona que piense distinto a ellos. En primera instancia parece ser una broma de mal gusto ya que si analizamos el ordamiento jurídico venezolano denotamos que el personaje religioso no es apto para la banda presidencial que se estipula en el artículo 227: «el candidato a presidente debe ser de estado seglar» o en pocas palabras no pertenecer a una institución religiosa de manera directa. Pero, al poco tiempo y dejando de lado el espacio de ilegalidad que intenta saltar el dichoso pastor la comunidad venezolana en su mayoría se sintió representada con las pocas palabras de aliento que el pastor dio a sus feligreses el día que anuncio su candidatura, eso sorprendió a propios y extraños ya que una persona que no formaba parte de la palestra política venezolana causo tanta exaltación con un simple llamamiento a votar por él. Después de analizar un poco la situación se puede llegar a entender y explicar cómo el pastor de iglesia Javier Bertucci puede tener una llamativa carrera política desde un punto de vista analítico y como este puede formar parte de manera negativa para la grave situación social, política y económica en la cual está sumergida la nación sudamericana.

Primero que todo para ser un buen pastor, padre, reverendo y/o figura de un templo religioso hay que saber manipular los sentimientos de tus oyentes, saber cómo hacerlos sentir culpables de lo que han hecho y como de un momento a otro darle la esperanza de que con buenas acciones las anteriores serán subsanadas, ese es el mayor requisito para ser tomado en cuenta para una institución religiosa si quiere hablarle a sus seguidores. Esto es perfeccionado por el pastor el cual sabe que con el tiempo a formado una buena manada de seguidores que lo apoyarán por más raro o alejado de la religiosidad que sea el discurso de su promotor principal. Este notorio liderazgo que parece ser esperanzador va perfectamente ligado a la falta de liderazgo político que actualmente existe en Venezuela ya que esta se encuentra en una situación tan mala como estar varado en el desierto sin comida, sin agua y sin tu único método de transporte  porque te lo acaban de robar, así de desesperanzada y perdida se siente la sociedad venezolana en la cual su gran mayoría tiene como única aspiración  escapar de la agonía en la que se ha convertido vivir en su país natal. Este es el escenario perfecto para que personas como Javier Bertucci se crucen en el camino para decirles a todos que si hay una esperanza así sea sin una ruta clara, sin estrategias concisas y hasta sin una ideología que impere en su discurso, basta con solo una frase que le da vida y fuerza al venezolano de a pie “con Dios todo va a salir bien”.

Este hecho por mas salvador que parezca es una mala opción para la situación actual que vive Venezuela ya que si se estudia el escenario más allá de las palabras de aliento dichas por el pastor se podrá denotar que Venezuela desde hace tiempo vive en una falta completa de estado de derecho y que las condiciones para una elección presidencial libre y justa es más difícil que encontrarte un unicornio rosa en la gran sabana. Además de todo esto y ligado a la dudosa procedencia de los fondos de las distintas instituciones comandadas por Bertucci las cuales ha sido reiteradamente denunciadas como parte del saqueo masivo de fondos por parte del estado, financiado por empresas de maletín en la época de CADIVI y por extracción de recursos del estado hacia Republica Dominicana junto a un proceso judicial de dudosa comparecencia y aún más dudosa decisión que lo dejo fuera de las rejas; hace que el posible candidato Javier Bertucci sea una opción política muy poco confiable y muy poco valedera en las condiciones en las que se encuentra Venezuela.

La Republica de Venezuela es un país con grandes recursos, grandes personas y grandes riquezas que solo necesita de la libertad de su gente para así poder competir en el ámbito internacional en todas las áreas posibles en frente de otras potencias. El problema recae en que la nación venezolana ha sido maniatada, utilizada y conllevada a la miseria por infinidad de personas que han sabido jugar con los sentimientos de sus habitantes para así aprovecharse de todas esas riquezas que hacen grande a la nación; desde la época de Bolívar ha ocurrido y hasta nuestros días ha seguido pasando y para cambiar esa situación es necesario que cada una de las personas que creen en Venezuela empiecen a tener criterio propio y autocritico en cuanto a cada una de las personas que le ofrecen una ayuda a cambio de un voto o una condición política, a dejarse de dadivas ofrecidas por canallas que se creen salvadores y por déspotas que se creen mejor que la mayoría de los demás, es hora de creer en el individuo venezolano, en ese que se levanta buscando un futuro mejor, buscando como revertir la situación tan deplorable que nos ha hecho perder tantas cosas y dejar de esperar cosas de aquellos que solo buscan beneficiarse de otros predicando un discurso fantasioso.

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